Me disgusta la obviedad.
Es como la dictadura
de la forma.
Como el voto cantado
de una elección arreglada.
Si sigo hablando de la obviedad
corro el riesgo de ponerme obvia
y de ser obvia.
Es obvio.
Obviamente...
En una sola dimensión
me seguiría repitiendo.
Repitiendo.
Repitiendo.
Como si ya no cansara
ser de cada día
de nuevo-nueva.
Y, sin embargo,
lo mismo.
¿Obvio?
Así que voy a callar la obviedad,
para apostar a su misterio.
Voy a gritarla fuerte,
en mis adentros.
Voy a obviar estas letras
y su mensaje cansino.
Cansino.
Cansino.