Te conocí en febrero, alegre y diferente.
Cual lúgubre estallido de luz que dio la luna
tu semblante risueño de niña fue a mi mente
en aquellos instantes de nostalgia moruna.
Fueron gratos momentos… Tu mano sostenía
entre las mías, eran como un ingenuo fuego
encendido al trasluz de vaga hechicería
y la diosa tristeza vino aquí, pero luego
¿me desprecias? No importa, no me eres más la misma:
ese frágil ensueño de indeleble carisma
que pintó en mis sentido un amor nuevo y…
No importa porque sigues siendo en mi sueño hermosa:
esa graciosa niña que en una noche rosa,
en hada, en lirio, en bálsamo y en amor convertí.
Marcos Hernández