¿Qué hace él allí, en el medio del camino,
desnudo, incomprendido y solitario,
sufriendo el sol que abrasa, sin sudario,
carente del ajuar con el que vino,
por qué ha de soportar este calvario?
Sin alma, sin zurrón, sin pan ni vino,
vagando ausente y sin confesionario,
sin cuentas que guardar en relicario,
va en busca a su pesar de su destino
ausente, cual cigueña en campanario.
Las calles se entrecruzan en su mente,
la angustia se acomoda allí callada.
Nadie sabe lo que le pasa, nada,
hasta el viento se ha vuelto displicente,
para su mal no existe ya pomada.
Intenta allí poder armar un sueño
repensando en aquello a lo que amaba
y hasta el sueño contra él se rebelaba.
Tan triste se sentía, tan pequeño,
que un tiro se pegó. Y se despertaba.