I
Macchu Picchu, es eterna tu grandeza
junto a tus aguas límpias y sentadas
sobre tus siglos nuevos de proeza
te hicieron los artístas mil aguadas.
Hoy volví y te miré cientos de veces
y al pasar casi muerto por tu lado
he sentido: tus incas, tus reveses
doblando entre las piedras tu pasado
Macchu Picchu, dos veces te lloré
cercano al Inti Punko, florecido
en roca sideral que tanto amé,
tanto fue, que tus cerros se han mecido
telúricos y granas por la sangre
labriega quechua de pacto vivido.
II
Macchu Picchu, tan sólo pienso en ti,
en tus manos clavadas y en tu cruz
y me dicen que alguien ¡Ay! murió aquí
forjando con su muerte ases de luz.
Oh Macchu Picchu, ahora entre tus gestos
me escondo; en tu peñasco tan labrado
miro solemnemente vuestros restos
que de un grito la piedra han desgarrado.
Oh Macchu Picchu, donde el cóndor pasa
volando a los santuarios y rüinas
en tiempos milenarios de una raza.
Macchu Picchu, cusqueña columnata
de bloques siderales comprimidos
entre pasos de antigua caminata.
III
Allá, lejano se desgarra un grito
y aunque fuisteis esclavos fuisteis libres:
en tu honda y en tu piedra de granito,
y entre tu amanecer espero vibres.
Auquénido, en telúrico visaje
lamiendo mineral roca sagrada
que en tus actos esconden el paraje
donde moriste a filo de una espada.
Oh Macchu Picchu, eterno es el camino
que lleva hacia tus ansias siderales
donde se aja violento el río andino
que corre taciturno en tus quebrantos,
juntando a mil estelas los vïentos
reposados entre tus dioses santos.
Derechos reservado de autor
David John Morales Arriola