Un verso en sí, es la viveza
del campo en la primavera,
es fuerza y delicadeza
es alegría y tristeza.
La prosa también es eso,
pero hasta el alma no llega
con la intensidad del verso,
con el calor de la hoguera.
Si es triste, quejido es,
si es alegre a risa suena,
si es sosegado, a placer,
si es incisivo, a protesta.
Canta lo mismo al amor
que al llanto y a la pobreza,
a la frialdad o al fervor,
al trabajo o la pereza.
Que la voz del trovador
con gran acierto lo expresa.
lo plasma en el corazón
y lo guarda en la cabeza.
Es placidez que relaja,
lo que el verso lleva dentro,
conjugación de palabras
y unos gramos de talento.
Si halagando a tu pareja
le dices, sólo, “te quiero”,
seguro, que no se queja
y le parecerá bueno,
pero comprueba esto otro.
Eligiendo un buen momento,
y mirándole a los ojos
dices, mas o menos esto.
-Amar a todas me llama
pero de verdad no puedo,
porque mis amores andan
en otras cárceles presos.
cárceles donde me amarran
tus ojos y tus cabellos,
tus labios de puro grana
que por besarlos me muero-.
Díselo amorosamente,
y con acento sincero,
verás que feliz se siente
y como te ofrece el beso.
Así el verso vuela y ronda
lanzando su copla al viento,
igual que canta la alondra
en las ramas del almendro.
Viento de Levante