Tan difícil de explicarlo que mis palabras se rinden.
Ni los gestos, ni este suspiro que se aleja cansado,
ni el vibrar de este pecho marchito entienden de lo que hablo;
si es que acaso hablo, si no muero por cada intento desesperado
por volver a sonreír.
La nostalgia ya decidió fugarse,
agotada de pensar y me dejo a mí,
tan solo como siempre y
tan triste como nunca.
Que ya ni mi cama me aguanta,
tan triste y solo;
un cuerpo desnudo de alma,
un cuerpo pintado en gris
que antes en ella compartía
lo que ahora ya no puedo describir.
Mi piel ya no siente nada
y hasta el techo me esquiva la mirada
de estos ojos que se derriten
en lágrimas sin sal.
Las paredes nunca ahogaron tanto
y mis manos ya no intentan luchar.
Porque la fuerza se fue contigo, y tú,
con mi espada arrepentida en tu pecho.