Que la existencia otrora sea el desenlace final,
De una vida incolora- y
Adormecida entre las tinieblas.
De una noche letarda y dormida.
Que esta existencia natal sea la mañana
Tan clara como la luz sobre colores vivos,
Que translucida
Figura de entre el fuego embravecido.
Despierta ¡Oh alma mía!
Que el tiempo se agota
Y el cantar de los gallos se apaga;
Ya no se ve luciérnagas en la noche,
Ni aquellos seres que con la luna danzaban.
El sonido omnipotente se siente en las cavernas,
Nadie escucha su vibración, ni tonada;
Y el neófito intelectual se extasía
Entre su inquieta mente atormentada.
Que viva en ti la luz del fuego ígneo,
Guía espiritual del interior de tu alma,
Que ilumina el camino hacia el íntimo
Y aguarda con ansias la unión anhelada.
Se tu resplandeciente como un sol,
Que se asoma en el alba enamorada,
Se tu esa estrella fugaz,
Que titila en las noches estrelladas.
Cuantas aves trinan al amanecer.
Muchas flores se bañan del roció.
Grandes almas regocijadas despiertan;
Y yo feliz te entrego el amor mió.