Cuando me abandona tu regreso
evoco tus besos a cielo abierto...
en esa memoria de la ausencia,
que me da la esperanza en cada verso
escrito con tinta indeleble al olvido.
Y cada anochecer para imaginarte de nuevo,
me desvanezco con el destello de tus pupilas,
para derramar las aprisionadas lágrimas
sobre un manojo de llagas desoladas.
Después, en el alma, una perpetua espera
con el desaliento aún dormido en la distancia,
donde anidan tus caricias para retener lo pasajero.
Entonces, se esfuman los latidos desvanecidos,
entre los sollozos que se hicieron eternos
con la brisa de tus suspiros susurrados…
Y cuando su recuerdo me responde
me desvelo en el ritual de un beso
que termina por despertarla de mi sueño.
Víctor Manuel Gutiérrez Caballero