La tarde de domingo es un rincón perdido
en la selva de la nostalgia,
es un libro inclinado en el regazo,
es una canción lejana bajo el cielo.
Pareciera un enigma en la penumbra clara.
Qué distinto día a los demás días,
cómo si se quedará dormido
y olvidado.
Los árboles son de humo y las aves de neblina,
la gente transita calles,
a nosotros nos vigila el crepúsculo
de la ventana.
Nuestro lecho es santuario de domingo,
ajeno a distancias y horas.
Hoy somos los únicos en querernos,
el amor nos privilegia.
Es la tarde un balcón bajo el viento.
El corredor de estrellas va ensanchándose
en la nada, el mundo parece alejarse.
Mi corazón le murmura al tuyo:
“la tarde hoy recogió su agonía”.