Llegará el día en que la música
inundará las calles de mi ciudad.
Los sacuanjoches cantarán,
los guardabarrancos bailarán
y los terremotos no danzarán a la muerte.
En cualquier esquina
se elegirán los sueños a placer
y las guerras serán un lejano recuerdo.
Como un Francisco de Asís
daremos de comer a las aves en nuestras manos
y deambularán los ángeles por los caminos.
La vida entonces será un enorme poema
desprendido de las manos Dios
y conciliado desde el sueño de un nonnato.
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