RICARDO ALVAREZ

IN MEMORIAM - HORA DE MI LUZ

 

                                                                                                       

 

 

 

 

 

                                                                                                              En honor al fiscal Julio césar STRASSERA

 

En una rigurosa madrugada el aire inmensurable

claudicó en los pulmones del hombre probo,

que con irrefutables argumentos

había arrastrado por los hirsutos pelos

las mugrosas botas del fascismo intocable.

 

La soberbia tirana entró con sus letrados,

edecanes cómplices de prestigio ilustrado.

El ardid planificado expandió su estrategia

hasta el ápice fatigante de la lengua persistió

la integridad del fiscal con palabra férrea.

Fructífero resultado cuando señalaron los muros clandestinos,

donde el látigo eléctrico flageló testículos gimientes,

más cerca de fosas agrupadas, confusos huesos sin nombre

grabaron los hechos de inexplicables desapariciones.

 

Abrió tanto el  hocico  impune con ofensivas rostros

sin saber que la memoria no honra el genocidio

y la imagen popular se grabaría en postreras generaciones.

 

Residuos de explosivas cenizas catapultó el querellante,

retrotrajo la intercepción de horrores en los sesos fragmentados,

sus representantes alzaban la voz con estruendo suicida.

En ambigua dialéctica la norma embustera incitaba al recinto el repudio del mensaje.

La bífida directica enumeró ya vencida el artificio

de los cuerpos vituperados ante la imparcialidad del juzgado.

El episodio era nefasto escenario, las víboras serpenteantes

regurgitaron el recóndito carcelario de las covachas malolientes.

Atisbos de repudiables sonrisas, náufragos en delirio desesperado.

La fusilería del secuestro invisible  tenía las metrallas de pólvoras vacías.

Las columnas temblaron bajo los palcos del pueblo dolorido

y ante la impronta de la sentencia

irrumpió el cerrado aplauso cuando el coraje de aquel hombre  invencible

mostró su incalificable peto de valentía.

La convicción de la certeza erguida se pronunció ante la alta magistratura,

retumbó la frase épica que cambiaria la historia con decencia

y bajo la libre acción Presidencial

la certidumbre de la fiscalía resaltó…

 

                      ! Señores Jueces, NUNCA MÁS!

 

 

 

 

 

 

 

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Strassera cerró su alegato con esta frase:

Señores jueces: quiero renunciar expresamente a toda pretensión de originalidad para cerrar esta requisitoria. Quiero utilizar una frase que no me pertenece, porque pertenece ya a todo el pueblo argentino. Señores jueces: \"Nunca más\".11

El 9 de diciembre se dictó la sentencia condenando a Jorge Rafael Videla y Eduardo Massera a reclusión perpetua, aRoberto Viola a 17 años de prisión, a Armando Lambruschini a 8 años de prisión y a Orlando Ramón Agosti a 4 años de prisión. Por las características que tuvo, la condena a las juntas militares realizada por un gobierno democrático constituye un hecho sin precedentes en el mundo, que contrastó fuertemente con las transiciones negociadas que tuvieron lugar en aquellos años en Uruguay, Chile, Brasil, España, Portugal y Sudáfrica.

Después del juicio, Strassera fue representante argentino ante los organismos de derechos humanos con sede en Ginebray con motivo de los indultos de los militares dispuestos por el presidente Menem, se retiró de la función pública y se dedicó a ejercer su actividad como abogado y a participar activamente de la actividad de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH), organización de la que forma parte integrando su presidencia.

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2-

                                         HORA DE MI LUZ

 

Agua que en los parpados cerrados

del sol llevas forma de cristal,

augura profecías en las ramas del álamo

que respira en la ventana.

Se arquean en caucas

con la brisa danzante del mediodía.

Surtida figura,

electa flor de luna,

uniformidad en mi voz

que clama

la convocatoria del

cuerpo en oleaje/

 

Reclama mi boca

la potencia de sus sales

con el poderío de mis besos.

Soy el desesperado ejército

en vuelo de ave,

Rapiña de tus márgenes,

disparo de fuego

en las alas del cielo

que se abren sobre tu velo de espesura/

 

Mujer…

Llevas el incendio del madero en tu mirada,

los brazos del fuego color ámbar

que deslumbran mis moradas,

desde tus torres altas

donde parpadean estrellas

en tu reino de rosas alumbradas/

 

Hora de mi luz,

no entra en mis ojos el caudal

súbito en la voz del río cantando.

Sostén el vilo de mi peso en las bahías

ondulantes de tu sembrada figura,

El mundo trae sus pesares y

nosotros la lluvia que lava las heridas,

Con la claridad filtrada en tus algas flexibles,

eres la espalda del ágata,

el color rojo del cuchillo que saja

fluidos de canales/.

Ahí donde centellea

tu cuerpo de rama mojada

con el flujo de mis aguas rozando

las rocas,

 se hace transparencia

y sonar de atabal

 

Retumban/

Si, retumban

las galerías de mis bosques,

las columnas encantadas que cimbran

bajo los pasillos de tu enarcado

pueblerino de entrecejo

como un otoño de sombras diáfanas

que entró por las hendijas de tus espejos/

 

Siémbrame en tu vientre de maizal soleado

donde el colibrí quemó sus alas.

Siémbrame bella,

soy el grano único que resiste

la luna caliente de tus oníricos deseos  y

la desnuda llama que toca hasta tu frente.

Me haré tórrido y ardiente

en las ondulaciones que cantan

sobre tu invisible falda

y con los arpegios

de mis lobunos dedos de agua

emergidos de salvajes azucenas

dejaré en ti cada fragmento

de mi cuerpo de montaña

y que destelle,

que destelle o se apague la luz

porque mi tacto

hallará a tientas ciegas

tus charcas anegadas/.

 

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