Sé que no sé nadar. Nunca he salido
en un barco de vela a navegar
en el tiempo que hasta hoy he consumido
y he por esta razón sobrevivido
en la vida que es mi lago, que es mi mar.
Pues lo mío es andar o caminar
si es posible a la orilla de algún río
donde pueda entre chopos meditar
escuchar a los pájaros trinar
y al silencio llamar amigo mío.
Comprendo, no lo niego, que he perdido
de la brisa el placer del susurrar.
Oculto en la neblina he sucumbido,
la duda al más allá me ha perseguido,
y han frustrado mis ansias de volar.
Volar sin sujeciones ni ataduras
moviéndome al igual que vuela el viento,
las almas que demuestran que son puras
los sueños, las quimeras, las locuras
detrás siempre del tiempo hasta el adviento.
©donaciano bueno