Yo te miré pasar. Fue una serena
noche. Te vi pasar. Mientras la luna
nos irradiaba sencillez de pena
con su belleza blanca y oportuna.
Te vi pasar, risueña y halagüeña
por el salón de clases, diferente
a todas, simple así, como quien sueña
una estrella en la sien irreverente.
Cual reducida chispa que en la hoguera
de amor se abrillantó en mil tonos, triste
mi corazón se iba tras tus ojos.
Y aunque fugaz pasaste y lastimera
la mirada de amor no comprendiste
ya muerto aquel te dejó sus despojos.
Marcos Hernández