Subo al desván, en busca de mis recuerdos
haré esa limpieza, de la cual se destruye
todo lo vano, lo que hiere, lo olvidable…
Todo lo que afecte a mi alma la quiero
limpia, libre, y con serena armonía…
Solo guardaré el recuerdo dulce, de ese
pequeño vals vienes y esas letras de mi
amado Lorca, enamorando mis oídos en
la sensualidad cómplice de la noche y
los recuerdos de Viena y la ilusión de
estar en Hungría… La danza y tú,
tomando mi cintura girando, girando
y diciéndome te quiero, te quiero, te quiero,
con la mirada, devorándome, envolviéndome…
Seré amable, solo, por ese pequeño vals …
Por ese instante, que con piadosas mentiras y
entre giros y cintas de seda, me has hecho
tocar el cielo, calla, no digas nada, déjame
escuchar la melancólica melodía, que me
llena el alma de ríos escarchados, por ese
el frio helado que solo envuelve tu corazón,
y ésa languidez de tu figura que parte hacia
otros brazos, dejándome vacia, no quiero
otro recuerdo de nácar, que ocupe ese
lugar de abanicos de carey y encaje,
quiero, conservar esa ilusión de tiempos
llenos de promesas… Hoy incumplidas,
que sólo dejaron cicatrices en mi alma…
Cuando quiera recordarte, vendré al desván.
Y oculta entre cosas marchitas y lejanas,
una caja, llenas de pétalos secos y muertos,
que recuerdan una noche inolvidable, de
rosas y champagne,
pero todos se fueron,
y tú… Con ellos,
porque secretamente estabas con ella,
y allí en larga espera sentada en el piano,
durante años, mis dedos tocaban
sin cesar como latente conjuro, día a día
para atraerte e imaginaba,
abrazarte suavemente como fino cristal
para no romper el hechizo…
Enamorarte, y aquí te quedes…
Ya es un tiempo muy lejano…
Sólo acallado por el incansable tic tac del reloj…
Que insiste en seguir corriendo sin darse cuenta…
Que ya estoy muriendo...