Para tí
tengo un ratoncito blanco en mi bolsillo izquierdo
guardado entre mis abrazos;
y tengo también la brisa,
que envuelve con finura de niño,
aquellas palabras que soñamos en la noche.
Tengo también un firmamento.
Un color de rosas me recuerda los pájaros
cuando se recuestan,
y escriben sus cartas a las nubes.
Y las nubes, como porcelanas blancas,
diciendo todos sus secretos.
Para tí la proa de un barco gira nupcialmente
cuando ocurren las auroras,
y despiertan.
Háblame con esa ternura adueñada a las voces de los árboles.
Cuéntame cómo las risas y sus ecos
se amontonan en tus ojos;
no importa que la lluvia cubra algunas palabras.
Todo se dirá después.
Pero deseo,
con el infinito sosiego de la música,
que no te olvides nunca de quererme.
G.C.
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