Quiero que sepas que jamás
ha de haber motivo alguno
para no ser de ti querida mía.
Sufragan mis manos en tu linaje
de mujer desierta
a pesar de ser motivo
de inspiración ante mi amor.
Oh, hada de dulces manos
que a mi terruño vuelves,
qué dulce eres sobre el marfil
de mi piano que sabe
que has de partir queriéndome
dejar tan sólo un beso.
Has de saber que los besos
de despedida jamás me han gustado,
y prefiero los besos de tu
deseo encarnado sobre
la piel de mi cuerpo.
Anda olvido, bésame, deja caer
con las manos de tu tristeza
que hoy al amor parte al
abismo del recuerdo.
Anda abandono: quítame
el amor y vuélvete sexo
de este momento, para
así ser sólo dos animales
que se devoran por un
instinto y deseo.
Y así, no habrá culpa ni disculpa
que remuerda nuestra conciencia,
que del amor en el pasado
ya habrá quedado.
Cómo quisiera que jamás terminara,
pero hoy caduca la magia
de tus besos, que en esos,
tu recuerdo persistirá dentro de mi mente,
más allá dentro de mi corazón.
¡Adelante!, esperaré a vivir nuevamente,
que para ti ya existe un sitio
que has de consagrar con las arras,
de alguien más, que yo tu amor,
sé que no lo amas.
Porque hoy consagramos nuestro idilio,
ya no como seres vivos,
sino como los amantes ocasionales
de un futuro amor
que para ti estará prohibido.
Y si me olvidas, por favor
jamás hables de mí,
haz de cuenta que
para ti jamás existí.