I
Largas noches, de oscuro pensamiento
que va difuminando la caricia,
regalo de un anclaje tan incruento
y fondeo en bahía subrepticia.
¡Levaste ancla velero! Fue tardío,
en despedida mansa, sin aliento
para escuchar las voz que acaricia
ni saber lo que oculto trae el río;
respirando tus velas al viento
la nostalgia que vuela, que se inicia,
y brota gota a gota tu suspiro
al saber que pierde luz el faro,
ver del amor su último respiro
y la desesperanza de su amparo.
II
Amanece sensible a tu memoria,
el oleaje en muelle sollozante,
que choca sin impulso y sin euforia.
De caricia suave y anhelante,
de besos a tu piel en sus aguas,
de la complicidad del sol y el viento
agitando sus nervios frente al río
y entre los silencios de su fragua
la conquista de guiarte al hundimiento,
si anega tu cubierta de amorío
(que al velamen y mástil enjagua)
y al contacto se hace turbulento.
En tiempo tus anhelos desagua,
te arroja a atracar sin rompimiento.