El viejo maestro,
pidió que extendiera la mano,
y le echo sal hasta que la llenó,
después me dio un vaso,
que lo llenara de agua
y le echara la sal adentro
y después que la bebiera:
-Pruébala Marcelino.
-Eso está maluco, está muy salada, no me gusta.-replicó Marcelino
-A que sabe?- preguntó el maestro
-A sal, es maluco
Había como una pequeña laguna,
donde el agua casi no corría,
el agua corría muy poco,
y señalándome para allá,
me dijo que la echara allá,
después que la probara de nuevo.
-A que sabe? Preguntó el maestro
-A nada Señor, es solo agua, no sentí la sal, y es buena.
El maestro sonrió,
y estando sentado su lado,
tomó mis dos manos y me dijo:
-El dolor en la vida de una persona no cambia,
pero el sabor del dolor depende donde lo colocamos.
Cuando sientas dolor,
lo único que tienes que hacer
es aumentar el sentido de todo lo que está a tu alrededor.
Es dar más valor a lo que tienes que a lo que perdiste.
En otras palabras
es dejar de ser la mano de sal en un vaso,
para ser un vaso de sal en el agua,
en una cantidad mayor como esa agua de la laguna.