\"Deja que mis ojos vean lo que deben ver,/ permite que sea gentil, galán, tierno/ o de tanto celarme me vas a tener/ jugando tenis en el infierno\".
A ver un juego de tenis fue con su esposa,
una mujer no tan joven pero muy celosa,
que tenía sus aires de gran señora.
Jugaban 2 tenistas bellas, despampanantes,
parecidas quizás a lo que era su pareja antes,
pero en nada de nada a lo que es ella ahora.
Zigzagueante el movimiento de la vista,
miraban cómo se movía cada tenista
con vestimentas sensuales y muy modernas,
pero cada uno pendiente de cosas variadas.
La esposa disfrutando con todas las jugadas
y él… sin perder detalle de las piernas.
Como estaban muy unidos por un abrazo,
ella varias veces le advirtíó con un codazo
que se fijara más en el juego que en ellas
y al preguntarle si les miraba los senos,
él le respondió que se veían “más o menos”
para no gritarle que ambas se veían bellas.
Cada vez que alguna tenista se agachaba
el corazón de él muchísimo se aceleraba
y su esposa le ponía la mano en el pecho.
A él le parecía ya el colmo esa situación
y se preguntaba si acaso ya su corazón
a latir como el de todos no tenía derecho.
Una de las tenistas lo miró y le hizo un guiño
y la esposa de él lo percibió y le dijo “cariño,
si respondes al gesto de ella ten por muy cierto,
que muy pronto todos tus amigos, los mejores,
con seguridad te irán a llevar muchas flores
¡porque si sigues así, serás hombre muerto!”.
Para contentarla y que no lo considerara malo,
él a su esposa le ofreció darle un buen regalo,
algún vestido, una cartera y hasta un disco…
pero ella ya muy enojada le replicó “\'no insistas,
que ya sé que de tanto mirar a esas 2 tenistas
sin darte cuenta te me estás quedando bizco!”.
Se iban y él fingió tener deseos de irse al baño
y escritos en un papelito de reducido tamaño
dejó su número y su nombre en letra bonita…
Creyendo que le resultaban bien sus tretas,
le hizo llegar el mensaje a una de las atletas,
proponiéndole una aventura, es decir, una cita.
A los pocos días recibió de pronto una llamada,
una voz sensualmente bella y nunca forzada
lo esperaba puntual en un lugar determinado.
El encuentro con ella se verificó exitosamente
y una noche especial, romántica, muy caliente
fue para él lo mismo, que un sueño realizado.
Con el tiempo su esposa lo pudo descubrir todo
y para cumplir con su palabra de algún modo,
le puso fin a la vida de su esposo “el ardiente”
y no quedó en lo absoluto para nada satisfecha,
porque en verdad su relación terminó maltrecha
y su esposo muerto… pero muy sonriente.
Poema original de Álvaro Márquez
Nacido en Caracas, Venezuela
Todos los derechos reservados
Correo: [email protected]
Twitter: @poreros
Publicado el 2/7/2015
Imagen: De Google