Lucy Quaglia

Una tarde

Una tarde en una esquina

de potrero y pedregullo

 

me encontraré muy contenta

al final de los caminos.

El cambio esperado,

el sonido de alguna

voz amiga.

El llanto querido

de hijos que uno abriga.

La voz de una doña

hablando al oído,

el perro y el canto

del pájaro solo

que vive enjaulado,

y un flaco desnudo

que busca el vacío

del cambio en el mundo

que llega despacio.

Y sin parar nunca,

ni por un momento

me atrapa y fascina,

me encuentra en la esquina,

en la tardecita

con casas cuadradas

de sol y tormenta,

 

calor y cortina,

con los arrumacos

de cantos perdidos

en las mañanitas

de voz con torcazas

cantándole al día,

y alguna sonrisa

recordando el tiempo

de vidas prolijas.

 

El azul del cielo

que trae recuerdos

los deja perdidos

yéndose a lo lejos

lleno de suspiros,

mientras dan comida

que voy a comer

con la carcajada

de encías vacías.

 

La burla aburrida

de amigos ausentes,

porque se me fueron

jugando a la mancha

y a las escondidas,

bailándole al tiempo

de cosas queridas

con ruido de viento

en las calles anchas

de polvo y aliento

mientras que las barro

dentro de mi pueblo.