Hace tantísimo tiempo no la veía llover así,
de noche; en lo oscuro,
apartada en el silencio absurdo del vacío,
convencida de que no era real
esta lluvia calcinante.
Las gotas se reflejan en las lámparas públicas,
y de la tierra saliendo niebla,
y de su boca saliendo fuego.
En su pelo díscolo y mojado
quedaba mi ilusión naufragando,
y de las gotas, la más diáfana,
la más pura y hermosa;
la que se resbalaba por su mejilla derecha
y rompía la sed de amor
cuando se deslizaba por nuestras bocas.