Tu ojo y mi diente
no han sido un por...
Todo me lo quedé yo;
a ti, te liberé de este yugo.
Me congelé en mi crisálida
y no nací: mariposa sin alas soy.
Ni tu ramo de pequeñas florecitas
ni el perfume que emanan
llena estos sacos de frágil cristal.
Desvía tus caudales...
Oh, ángel mío, suelta ya mi mano.
Al vacío, con el llanto,
déjame llenar.
La savia de este árbol
pétrea está y no lo ves.
Ramas secas tiene,
ni un retoño brotará.
Vana es tu espera.
Ningún invernadero
es regado con agua de mar.