Tal vez fué, su intuición temererária, la que le hizo mirar,
hacia donde ella estaba, sin pararse a pensar,
que al cruzar las miradas, provocaba al azar.
Que invocaba a los dioses del bien y del mal,
que formaba un ciclón a la orilla del mar,
que rompía las normas de lo establecidamente," normal".
...y no hubieron, ni reglas, ni espacios, ni edad.