Señor: Vicente Fonseca
Ciudad
Apreciado señor Fonseca, usted y que quiere sacarme de su empresa, porqué yo y que siempre le doy sorpresas, y que de haberme contratado hasta se arrepiente y le pesa, y eso que fui más dulce que una cereza. Ríase si quiere que eso no me molesta, yo también tengo sesos en mi cabeza, solo que a ciertas personas eso ni le interesa.
Usted dice que yo siempre llegaba tarde, que conste que nunca hice de mis demoras alarde, y no llegaba temprano por cosas que usted ya sabe, aunque debo decirle que en muchas tuve que inventarle. Cuando le hablé de líos con un riñón, me referí a una riña muy grande que tuve con un señor porque quería que le pagara un dinero que él nunca me prestó, porque entre trago y trago él me lo regaló, en serio, que se lo digo yo.
Yo le dije que era casado, y eso no es que lo haya inventado, lo que nunca le dije es que con seis matrimonios he fallado, pero que en el séptimo por fin he coronado. ¿Ve que las cosas hablándolas todo queda claro?
También le dije que tenía quince hijos que mantener, allí mentí de nuevo señor Vicente, no son quince. ¡Son veinte! Pero no se lamente ni ponga esa cara de creer y no creer que todos son hijos de la misma mujer. ¿Piensa que miento otra vez? A las pruebas me remito si lo quiere
saber.
Usted dijo aquella vez que yo me tomé la leche que había en la nevera, hoy le confieso que su intuición fue certera, solo le faltó acertar que la acompañé con las galletas de avena que había en la alacena. Uf todavía recuerdo esa rica cena.
Usted siempre dijo que yo odiaba al personal, le informo que no es una verdad total, pues odiaba era al caporal, dicho de una vez, era a usted.
A través de la presente le he ahorrado la liquidación, pues con esta carta renuncio a su organización, y no se preocupe por el pago de la indemnización que yo mismo tomé el dinero de la deuda en cuestión. Pero le advierto, mi Don, que al arquear caja chica hallará un faltante de gran proporción, ya sabe, es parte de acuerdo de los dos.
Aprovecho mi despedida señor Vicente, ya que entramos en confianza obviamente, para ofrecerle empleo en mi empresa reciente, y si acaso la suya quiebra, vaya a la mía y lo pondré de gerente para que vea que soy agradecido y decente.
Hasta la vista patroncito, espero no se moleste por mi escrito, ah y no piense en matarme se lo suplico, porque si me mata resucito.
Atentamente
Ernestino Castillo de Arena.
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Autor: Alejandro J. Díaz Valero
Maracaibo, Venezuela