Cuando era pequeño,
mi mamá me hacía tomar siempre,
alguna que otra medicina de vez en cuando,
antes de ir a la escuela
o antes de acostarme...
en fin,
cuando ella así lo consideraba
y por razones que yo no sabía en ese entonces.
A fin de cuentas,
uno casi nunca recuerda las fiebres,
gripes o malestares que le dieron cuando niño,
al menos yo no.
Entonces siempre arrugaba mi cara como una uva pasa,
daba patadas,
me retorcía,
apretaba los labios,
cerraba los puños,
pero ella siempre lograba darme la medicina
como aquel remedio de color rojo
mal oloroso que hacía vomitar
creo que para las lombrices
o el mejunje que fuera.
Una vez,
siempre me acuerdo,
todavía con el mal sabor en la boca
y medio dolido porque me había hecho tragar eso OTRA VEZ,
le dije en tono altanero:
\"-¡¿No entiendo por qué me das esos remedios?,
si yo no estoy enfermo!-\"
Y entonces ella,
que sin haber ido a grandes colegios
o alguna universidad,
entendía perfectamente
el significado de la psicología inversa,
me respondió con su voz más suave y natural:
\"-Por eso es que no te enfermas,
porque siempre te los doy.
Cuando quieras enfermarte
para no poder salir a jugar,
me avisas
y dejo de dártelos.-\"
Y entonces mostraba su tierna sonrisa victoriosa.
¿Cómo rebate uno esa lógica?
Más nunca chillé,
y créanme
que tuve una infancia saludable
la que todo niño quisiera tener
hasta la juventud
y después de adulto,
aun gozo de buena salud.
Bueno,
esa es mi mamá.
Después de eso,
recuerdo del aceite hígado de bacalao,
un remedio que daba el gobierno a todos los niños,
era obligatorio para nutrición,
una cucharada antes
de la comida,
pero como se podía tomar,
eso era un curso que se debía de pasar,
preparaba primero la cuchara llena de ese aceite,
después otra cuchara con sopa,
y cerrando los ojos para no ver,
me metía ese aceite
y allí mismo encima la de sopa,
así me tomé la botella que me tocaba
sino que tomé también la de mi hermana mayor,
y la de mi hermana menor.
Era maluco,
pero sabía que mi mama no se equivocaba,
y realmente me tornó fuerte vigoroso y crecí.