Estudios de doctorado
alimentaron su ego impío
era un profesional consagrado
que aceptó de la ciencia el desafío.
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Graduado con merecidos honores
esgrimió la lanza del desprecio
y discriminó sin contemplaciones
mientras llamaba al inculto necio.
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Se sentía todo poderoso
y a sus congéneres menospreciaba
magnificando su estilo oprobioso
repartía sus ofensas y humillaba.
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Cuando la muerte le acaeció
cayó del pedestal aparatosamente
en su funeral nadie lloró…
No había amigos, ni parientes.
.
Con este verso respondo
a todo el que humilla e irrespeta,
aquel doctor no tenía hombros
que llevarán su cadáver a la iglesia.
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Vanidad que al morir se hace polvo
estos ojos que se comerán los gusanos
vieron un féretro en la sala solo
sin rezo y sin llanto derramado.
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Esta historia verídica es
dejo constancia de lo aquí escrito
historia esta que viví una vez
y juro que nunca la había visto.
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Autor: Alejandro J. Díaz Valero
Maracaibo, Venezuela