29.
PARA PENSAR
Cerca de Tokio vivía un gran samurái anciano. A pesar de su edad, corría la leyenda de que todavía era capaz de derrotar a cualquier adversario.
Cierta tarde, un guerrero conocido por su total falta de escrúpulos, apareció. Era famoso por utilizar la técnica de la provocación.
El joven e impaciente guerrero jamás había perdido una lucha. Con la reputación del samurái, se fue hasta allí para derrotarlo y aumentar su fama.
Todos los estudiantes se manifestaron en contra de la idea, pero el viejo acepto el desafío. Todos se dirigieron a la plaza de la ciudad y el joven comenzó a insultar al anciano maestro. Arrojó algunas piedras en su dirección, le escupió en la cara, lo insultó. Durante horas hizo todo por provocarlo, pero el viejo permaneció tranquilo.
Al final de la tarde, sintiéndose ya exhausto, el impetuoso guerrero se retiro. Desilusionados por el hecho de que el maestro aceptara tantos insultos y provocaciones, sus discípulos le preguntaron:
-\"Maestro. ¿Como pudo soportar tanta indignidad? ¿Por qué no uso su espada, en vez de de mostrarse cobarde delante de todos nosotros?\"-. Le dijeron.
-\"Si alguien llega hasta ustedes con un regalo y ustedes no lo aceptan, ¿a quién pertenece el obsequio?\"-. El maestro les preguntó.
-\"A quien intento entregarlo\"-. Respondió uno de sus discípulos.
-\"Lo mismo vale para la envidia, la rabia y los insultos\"-. Dijo el maestro. -\"Cuando no se aceptan, continúan perteneciendo a quien los lleva consigo\"-. Finalizó.