Soledad corporal de una Negra Señora
y en aparente calma se transmuta de cuerno
oscuro, hasta un mohín entre bordes de aurora,
cae desde la muerte su segador Gobierno.
Digo, ¿Esculapio os sana? También él está muerto!
¡Qué pena que su serpie mudó de meridianos
una tarde escarlata de gualdo rayo incierto,
donde nace un adiós y caduca de humanos!
Aquella Gran Señora se solaza entre filas
tísicas, donde lanza de a pares sus esquilas
a la profundidad de un inquietante rito.
Esta noche me está mirando tan inquieta
y doblando sus vestes muestra mortal saeta
y finge amores en un abrazo infinito.
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David John Morales Arriola