En la belleza de quien ya no está se forja el poema primero,
mientras hablo de suertes pasadas,
de paisajes altivos - Praga-,
y de alguna caricia que el placer conserva.
Tengo la costumbre de querer la oscuridad
como esos castillos volantes quieren la suya.
Entonces recupero lo que dijeron desde adentro las palabras,
y las suelto como a un violín que repite melodías
en tardes ausentes y lluviosas.
Esas tardes de Malá Strana.
Siento mis deseos cuando sueño un barco deshecho en el Moldava
que no termina de naufragar.
Encontrémonos. Encontrémonos.
Dónde nació este lazo cuyo nudo de amor es la zona más hermosa de mi saqueada playa.
G.C.
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