Me lanzo en cuerpo y alma a este soneto;
suicida por sus versos me despeño.
Hambriento amante herido me diseño
porque en tu corazón soy obsoleto.
¿Qué culpa tengo yo de tanto fuego?
Dirás, todo asombrado e inocente.
Pirómano, me has dado, letalmente,
una fruta de fiebre, para luego,
dejarme en ascuas y desangelado.
Huyendo voy de mí, pues me avergüenza
el Ícaro de cera de mis alas.
Si estás hecho de sol y me has quemado,
me apagaré en los predios de Sigüenza;
pues sólo llevo dardos, y tú, balas.