En un reino mágico lleno de criaturas extraordinarias, vivía una joven muy hermosa llamada Linda. Sus ojos eran café con muchas chispas de color verde, su cabello era oscuro y largo, su piel era blanca como la nieve, no era ni delgada ni robusta, tenía una estatura media. Le gustaba vestir muy bien su padre y su madre la tenían muy consentida al igual que a su pequeño hermano Cris de 12 años el cual era un pillo lleno de energía.
Linda se sentía muy feliz porque tenía muchos amigos todos agradables y sonrientes, siempre tenía de que platicar con ellos, bien fuera sobre sus profesores de pociones o de alguna cosa que para ellos fuera tema de conversación.
En un lugar lejano lleno de árboles enormes con muchos animales que vivían ahí, ella visitaba a sus abuelos cada que podía, los quería mucho siempre que iba sus abuelos hacían un rico festín. Su abuela era muy parecida a ella excepto que ella no tenía sus ojos claros y su cabello era corto y ondulado, su abuelo era alto y muy guapo el tenía sus ojos casi color azul. A Linda le encantaba ayudarles en las tareas del hogar y así se le pasaba volando el tiempo y tenía que regresar a casa antes de que se oscureciera y su papá no pudiese ver con la niebla.
Al amanecer Linda se dirigió hacia el reino donde le enseñaban hacer pociones, le encantaba ver como el sol se reflejaba en los cristales de ese sitio, era el más lujoso del reino y unos cuantos se podían dar el lujo de estudiar ahí.
Linda caminaba por fuera de su salón contemplaba la vista que la rodeaba, de pronto tuvo la sensación de que alguien la miraba y entonces levantó la mirada y lo vio a él..... CONTINUARA.....