Entre espinas y piedras siembran su huella
por los caminos del tiempo
recorren entre el polvo, el sol
y en el lodo un invierno frío.
Tropiezan, resbalan y caen heridas,
sorteando las barreras de místicos senderos
y sin quejido alguno siguen su rumbo
enlazadas a mis pies vagabundos.
Ojotas ancestrales de historias perdidas,
hermanas del poncho y del sombrero,
su trote es cual latido del camino
que se pierde en el silencio de un ocaso.
Ojotas mías que el destino les impuso
el perenne castigo,
ungiéndoles con tinta de nostalgia
y quedaron teñidas con el color de la noche.
Cuando deje este mundo de ilusiones
y arrinconadas queden allá en mi vieja choza
protejan a mi sombra en sus aciagos pasos
que irá por los caminos
que tú y yo anduvimos juntos.
Eugenio Sánchez Bacilio