Tenía ganas de decirte,
que el Sol nunca se acuesta
hasta que permaneces despierta,
que la Luna se asoma
para recorrer tu cama
y comprobar que estás dormida
y muerdes entre tus labios, los míos,
que el aire se detiene
a comprobar tu perfume de menta,
que las amapolas
eligen en primavera
el color de tus lágrimas,
que los caramelos
me dejan en mi boca
el sabor de tu ausencia,
y tienes en tus ojos
el color de los océanos
y en esas profundidades
navego como marinero
escaso de equipaje
escaso de barco y velas
buscando los vientos propicios
para alcanzar tu boca y buscar tu beso.
Tenía ganas de decirte
que me gusta cuando no retrocedes
cuando tu paso es tan firme
que los caminos, ellos solos, se abren,
que tu desnudez es tan sencilla
y alimenta me imaginación
más allá de tu ropa,
que tienes la sonrisa natural de la Luna
cuando es llena
y todo lo ilumina
acariciando su luz
los ventanales de mi alcoba.
Tenía ganas de decirte
que estoy de acuerdo
con tus desacuerdos
porque mi compromiso transciéndete
más allá de tu cuerpo,
que tienes el valor de la rebeldía
guardado en tus tarritos de conserva
con la etiqueta
según se despierte el día.
Tenía ganas de decirte
que pareces la Princesa del Reino
cubierta tu cabeza con la Corona de oro
cuando entre tus labios habita mi silencio.