En la calle adonde habito,
hay un bosque que me encanta;
que sin voz, se ríe y canta,
¡tan sonoro y tan bonito!
En mi calle tan querida,
el sol es más caliente
y me deja confidente,
de alma desvestida...
Canta el bosque muy contento,
llama el sol que aún dormita,
y con alegría infinita,
mansamente, baila al viento.
El viento, a veces, solloza
los dolores de mi alma,
entonces nada me calma
mi alma, triste y amargosa.
Calle y bosque, sol y viento
son las cosas que yo canto
y en confidente encanto,
¡mientras, canto, yo me invento!...