Mi lobo morirá en su lecho, y con él
sus apremiantes impulsos,
su feroz boca famélica,
su pelo hondamente interior...
el espacio entre la vida y la muerte
tiene un color olvidado;
y mientras duerme o agoniza,
yo temo que sus párpados caídos me encuentren,
así como una luz busca a su presa.
Mi lobo y yo somos una botella echada al mar,
que espera.
G.C.
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