No siempre se puede calibrar
el escozor de una aguja.
Tampoco es fácil yacer en tierra fértil
ni entender los orgasmos del universo.
Es casi imposible navegar a contracorriente
si el mar es un hormiguero de necedades,
y es muy difícil anclar un alma sediciosa
en el centro de una calavera deforme.
No siempre he podido visionar
la mano que mece mi incierto destino.
Lo sistemático habita en nuestras venas
así como los ojos de los coyotes malheridos
expiran en la punta más escuálida de la luna.