Marce lino pan y vino

LA PLAYA FORMOSA

Aguas cristalinas,

pero playa rocosa,

piedras redondas y lisas,

son las de playa Formosa.

Eran domingos de familia,

se preparaban todos para la playa,

pero antes había que lavar el carro,

llenar el salvavidas que era la tripa de un caucho,

ellas tenían que arreglar la casa antes de salir,

el entonaba el motor

y mi mama preparaba algo de comer.

No había carpa pre-fabricada,

Solo un gran mantel o un plástico sacado de la mesa,

cuatro palitos que se buscaba allá mismo

para así armar un toldo

que nos permitía protegernos del sol.

Estábamos contentos había alegría,

antes de montarnos en el carro,

como siempre peleábamos el puesto,

todos queríamos ir en la ventana o en la puerta,

así corría mejor la brisa,

así veíamos mejor.

Como andaba aquel carro,

cantábamos, reíamos éramos felices.

A mí el olor de la gasolina,

me daba mareos,

un malestar de nauseas que hacia vomitar,

no podía ir en la parte del medio del asiento,

sino, ahí venia el vómito,

creo que me bajaba la tensión.

Había una sola meta,

un solo lugar donde llegar,

era la playa y estaba allá,

esperando por mí,

ya sentía el sabor del agua salada,

no sabía nadar,

pero iba aprender,

y después que di las primeras brazadas

en el agua sin la ayuda de un balón,

o de la boya,

conocida como tal,

pero era la tripa

de caucho de un carro,

esa tripa de caucho fue mi primer profesor de natación

el ayudante para aprender a nadar.

Con mi mano izquierda apoyada sobre el caucho,

que era muy solicitado,

allí iba yo a nadar,

pero como tenía que entregar a mis hermanas,

entonces me apoyaba con un balón de plástico

que estaba lleno de aire.

Miren como nado,

aquí estoy, aquí voy, miren todos,

estoy aprendiendo a nadar.

Y le daba con fuerza emocionado,

contento porque estaba aprendiendo a nadar.

Los gritos no cesaban,

aquellos gritos de felicidad

diciendo: vean, miren como nado, mami vea, para allá voy.