Una luna etérea en la cumbre
del silencio oscuro se levanta,
con la voz de su nevada lumbre
muda en los espacios..., ella canta.
Es como una rosa clandestina
que emerge con dulzura de ensueño
enhebrada en sus hilos..., prístina,
ha de alumbrar las horas sin dueño.
Mecida en las brisas de la noche
comienza sus danzas en el cielo.
Ella, dulcemente y sin derroche
irá consolando mi desvelo.
Iluminando mi pensamiento
quedará eternamente encendida
regalándome ese nuevo aliento
para mis esperanzas perdidas.