Son pieles que sin conocerse se rozan, se hablan, se cautivan, y un deseo infame los precipita a la pasión, a tocarse beso a beso y a besarse las caricias. Se palpan, se tocan, se huelen, se desean.
He instintivamente al fuego de una mirada se devoran. Sus labios lúgubres cobran vida al encajar perfectamente en cada esquina de la piel entregada; sus manos recorren las curvas de una ladera infinita de deseo.
Prestos a fallecer en vida, se dejan envolver, disolver, derrotar, y el ardor de sus pasiones comienza a dominar los seres. Los dedos ágiles desembocan en sus muslos y una mirada de complicidad les entrega el sí; los labios buscan gastarse, saciarse del delicioso néctar que le llaman placer; los ojos viajan al infinito gritando el nombre del cielo…
Ya se conocen, ya se rozan, ya no se hablan, sólo se cautivan y mueren y viven en el intento de amarse más, de desearse menos, de agotar la tentación de tenerse.
El fuego de una mirada llena de éxtasis los devora… se tocan, se huelen, vuelan.