Cuando la luna volaba
sobre el mar del estío
el lucero ya estaba
lanzando el sol al río.
Y lo miraba encantado
porque el sol se moría
el estaba preocupado
con su luna que nacía.
Pero al clarear la aurora
el sol venía riendo
la luna me pertenece ahora
porque mi calor la está poseyendo.
Así todos los días
entre el lucero y el sol
hay guerras de regalías,
uno le da su arrebol.
El lucero sus estadías
que las va alargando
para con sus energías
la luna lo vaya amando.