A... Jorge Elías Jacobo Farah
Fue una pena –ya perderte-
una pena que me causa
un dolor, que no hace pausa…
porque sé que no he de verte
aunque el destino me alerte
y compense el desamparo
estoy pagando muy caro
las noches sin tu presencia.
Los días son menudencia
a tu recuerdo que amparo.
¡Cuántas cosas me dejaste!
Que en el corazón conservo
y por ser tuyas –reservo-
sabiendo que así me amaste
y sin temor: no olvidaste…
por eso ¿sabes? Te quiero
con un presente que altero:
porque no muere del todo
aquél que supo a su modo
vivir con gracia y salero.
Aunque me agobia el presente
de esta abatida convulsión
no me extirpa la emoción
de aquel beso que en tu frente
deposité simplemente
como un adiós que acongoja
el corazón que deshoja
como arrancados sollozos;
despeñando los astrosos.
Mi dolor silencio moja,
tu recuerdo no he llorado
porque estás, en cada instante
eres ese caminante
que a mi sendero abrazado
siempre estás aquí a mi lado.
Tus consejos, tu experiencia,
tu grata benevolencia
es la sombra que acompaña
mis pasos y mi maraña
donde lloro así tu ausencia.
Ya todo me descobija
lastimando como espiga,
que me daña, no me abriga
que ya nada me cobija
siendo dolor que se fija
en el recuerdo inminente,
pero te fuiste sonriente
dejándome una congoja,
que fue tu amor que se aloja
en mi ser que así lo siente.
Mi Madre triste decora
¡sí…! Con sus lágrimas tu adiós
y, en desquebrajada voz
esa voz, que no demora
porque en las noches te llora
y… elevando una oración
va sosegando al corazón
que por ti, ya resentido
-que por amor está herido-
un amor de extrema unción.
Así, no olvido a ninguno
mi palabra se concilia,
conjugando a la familia
la colindante… la de uno
que hoy es su camino bruno
al saber (tu no presencia)
al saber que fue tu ausencia
la que dejará así, este hueco
donde brota sólo un eco:
pidiendo al dolor audiencia.
¿Qué me depara el destino
si tu palabra se apaga
si mi barca ya naufraga
y me pierdo en el camino?
¿En qué sendero encamino
mi paso que se calcina
o si cambio la rutina
por olvidarme un momento?
Pero sé que el sentimiento
será cruel y, me avecina.
El quebranto ya se advierte
sigiloso y sin reserva
aunque en esto ya me enerva
el pensar -que no he de verte-
y no saber que tan fuerte
será este amargo desmayo
para aceptar… como ensayo
que tú ya no estás conmigo;
mi Padre, mi siempre amigo
soberano… como el rayo.
Y tras de esta lejanía
qué más se puede decir,
sólo queda coexistir
con la soledad bravía,
siguiendo con alegría
tu más renuente consejo…
por eso querido viejo
no me despido… regreso.
Porque sé que en aquel beso
no te vas. Ni yo me alejo.
6/9/2009
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