El almirez repica un relicario,
la mirada perdida al horizonte,
la mente en blanco. Al fondo el Sacro monte
la ropa acurrucada en el armario.
Las horas pasan. Y en este atardecer
se oye puntear la voz del campanario
mientras el mortero deja de tañer
como acto de respeto solidario.
La Alhambra en ese impasse, ensimismada,
ajena va pintando alrededor
un paisaje arabesco. Y el color
completa una experiencia inusitada.
Poco a poco el sol nos dice adiós, se va
jugando al escondite con la luna.
Es mayo. Rojo, el cielo es una duna
y mañana un nuevo embrujo volverá.
©donaciano bueno