Enardecidos mis labios te respiran
agitadamente como paloma herida
en los hielos profundos de la noche.
Fuiste mi lirio adolescente, donde deshojarte
sobre mi vaso fresco, lleno de esperanza,
era desprender mi piel en los cristales
transparentes de tus risas.
Cuánta mudez y sin embargo,
tu voz es fecundo grito dentro de mi corazón
que danza soledades y fracasos.
Recuerdo los oscuros nombres que
a pesar de tu vuelo,
dejaron plantadas las visiones para
la muerte de nuestro idioma secreto.
Hoy, en la tiniebla de un amor ciego,
las ruinas de este dolor adelgazan
la absoluta soledad que acampaba
en la espalda de mi alma.