1- MIS LETRAS LAS ESCRIBE EL VIENTO
Paráfrasis a Armando Tejada Gómez
Mis poemas son hojas blancas
que escriben las plumas del viento,
sonora carcajada de ensueño.
Tinta indeleble en guitarra andariega,
la voz del pueblo imprime el sello
en todas las latitudes de América,
transitan rumores de boca a boca
y las penas las comprime un cielo abierto
asomando entre dos cúspides de cerros.
A veces son navajas que cortan eslabones del firmamento,
dura letra que despecha el sometimiento,
rasgan lluvias sobre los apriscos del ganado
y se lavan en dársenas de diáfanos puertos.
Sobre adoquinados hierros se lijan
entrelazados al canto pasan los hombres
que con su voz canta por mi gola.
La mano no tiembla ante las fronteras ni las esquirlas del fuego,
la convicción no trepida ante las máscaras del miedo.
Compila las espinas del cardo,
los azotes del cuero en la extensión del zurriago.
Más la paz duerme serena en mi sosiego
y al túmulo de la estruendosa pólvora
la beligerancia de sonidos nuevos impacta
en la batalla o en la vendimia del racimo.
También nomina el amor de damas alegres
y en asuntos núbiles se aferra a la soltería,
como un juglar errante llevo el compromiso
deletreando versos de cedros y pinos,
sueños alfareros del campo, surcos de semillas y plantíos,
Ecos de vientos pampeanos con silbar de gritos.
A veces escribo desde la piedra del silencio,
otras por la lágrimas del llanto ajeno que saja la piel de mi cuerpo
y vibran como abejas alegóricas elaborando dulces palabras
en la intención de mi verso.
Que mi sonar trepe atalayas del cielo
y música de trova baje hasta las palmas del pueblo.
Fusionado himno que la garganta del eco retumba por toda América.
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2 - NOCHE BRUTAL - surrealismo
Animal doliente de rostro huracanado,
transmigra su paso de inválida ráfaga
con plomizo flujo de sangre los autómatas demacrados,
virgen cabellera con zapatos raídos en la grisura se desquebraja.
Ápices inmolados, sostén arqueado de cenizas.
El moho es la visión torcida del espectro pálido,
pulsa lento en los huecos el reflujo retrotrae las arterias
y en la noche febril impera un áspero silencio de algas.
Los nervios se tensan como maroma trenzada en una hila
cuando las ratas aúllan en las aldabas
y los perros de la noche por sus cañerías de garganta trinan,
marginados hijos del hambre en las veredas áridas.
Un siniestro paso de pencos cuelgan cogollos en las ventanas.
Vírgenes ojos captan la escena de sabor angustiada,
de altas azoteas bocas salinas murmuran con forma escuálida
y bajo un peñón de almohadas el oído flemático desecha la plegaria.
Al súbito topetazo la brutal noche con capucha incisiva
embalsama al transeúnte que se asfixia sin pronunciar la suplica
y miles de ojos entre redes negras al cubilete fortuito contemplan
la próxima victima, raya su sombra la mano oscura
que pinta velos de niebla densa bajo un telón de hiel que supura
todo el horror que la garra anestesia es tan real que supera la utopía.
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