Para mí, Machado, excusen si me excedo,
fue ¿cómo fue, cómo diría?
un observador del alma, ese vigía
que cobijo va buscando en un hayedo.
Ese ser con alta fé pero sin credo,
que, respirando amargura,
sacó a pasear entre surcos la locura
de quien anduvo el camino con denuedo.
Ecologista y pintor. Las emociones
inundaron su ideario
muchas veces somnoliento o solidario
que hoy adornan a cantantes sus canciones.
Ante todo un hombre bueno, un sevillano
andaluz reconvertido,
que, obligado, al azar renunció a su nido
e introdujo en el paraje castellano.
Madrid, París, Baeza, Segovia y Soria,
son de Antonio el gran paisaje,
un ir de aquí para allá, un peregrinaje,
ésta última la antesala de su gloria.
Machado es todo, un verso, y es la poesía,
del sentir del pueblo, esencia,
y es pudor, loor de música y cadencia,
la íntima y más proverbial sabiduría.
©donaciano bueno