Érase una vez, una princesa,
Fue a buscar silencio en el río,
Vio algo moverse en el agua,
Era su reflejo, ella misma,
Metió su delicada mano,
Y Salió una oscura damisela,
Era el espejo del mal,
El odio se fue sin ella.
Érase una vez, una negra doncella,
Oscura y rodeada de una niebla
La siguió la diáfana, la bella,
Para evitar calamidades,
Le roció encima polvo de estrellas,
Y desde ese día la más bella,
Vive sin el odio de sus males.