Calle
donde habitan las máscaras de la violencia,
y las bocas enajenadas del miedo reviven sus bailes siniestros.
Calles sin árboles donde los perros cimarrones
paren los hijos de la lujuria,
y los devoran en el momento más alto de la sangre.
Calle por la que pasea la muerte
en su carroza de tierra,
iluminada por una luz que en el cielo está en algún lugar distante,
olvidándose de las caricias,
de las guirnaldas en los vestidos de las muchachas,
llamando a gritos a los efímeros amores
para despeñarlos en los acantilados de la locura.
Calle:
aún en la contienda de los lobos
nuestra voz golpea en las estrellas.
Pasaste tu mano de tiempo sobre nosotros,
contaste tus historias.
Y somos todavía preguntas amontonadas
que nos llaman y se van.
G.C.
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