Te pido que me busques;
Quizás he andado tanto,
Que mis pasos horadaron ya la piedra,
Quizás ya he cansado los caminos,
Que de mi rastro no quedan huellas.
Te pido que me halles,
Buscando entre tus dedos el agua discurrida,
Que levantes la piedra sobre piedra,
Y en una pequeña sombra me des cobija.
¿Donde estoy que no me encuentras?
Será que tus pasos, aún andan distantes,
Será que tu aliento, aún no me da vida,
Estoy, donde una solitaria luz me ilumina,
Será que estoy, donde la sombra es brillante,
Y el rumor de la playa, es como piedra partida.
Te pido que me busques,
Te ruego que me halles,
Porque sin ti,
Mi vida esta vacía;
Te pido que hurgues entre la tierra,
Y me recojas como tierna semilla,
Y me siembres en tu pecho,
Como aroma de jazmín, que pide tu cobija.
Estoy perdido entre los sueños,
Y tus ruegos me suenan aún distantes;
He enterrado entre la arena,
Mis latidos, para que los halles,
Y cuando vengas a buscarme,
Acariciaré suavemente tus huellas,
Para que sientas mis besos amarte,
Y me recojas entre la arena, como tu dulce amante,
Quizás como gotas de mar entre tus labios,
Que dulcemente rogaron, ser tu presente y tu pasado.
El día que me halles,
Sembrare en el cielo una estrella,
Y le pondré tu hermoso nombre,
Recordando el día,
En que hallaste mis huellas;
El día que me halles,
Las rosas tendrán otro nombre,
Y los Jazmines, otro aroma,
Y en tu tierno corazón,
Un dulce latido, ha nacido ahora.
El día que me busques,
El día en que me halles,
Nacerán por ti los silencios,
Y vivirá en tu pecho,
La semilla que sembraste.