Juan Carlos Luna Núñez

A Una Bestia

Contigo se andaba en pecado, pues a la

altura de tu lomo bien se ha podido observar

la pequeñez de los dioses; ganas de blasfemar.

 

Había terremoto en tu seguro pisar, aprendiste

hacer el caos con tus cascos color de ocre

entre el lodo y las cañadas.

 

Espalda al cielo, ojos tristes, resuello de tormentas;

si hubieses tenido alas, sin duda serías dragón.

 

Así, como yerba tierna devorábamos

las leguas; el niño de doña Estela se crecía

sobre la bestia y espantaba las comarcas

tras el ruido de sus pasos. Sonreías por el

freno y te espantaba mi mano, esparciéndole

a los perros el sudor del día completo.

 

Una buena mañana ya no quisiste trotar,

no te espantaba mi mano ni masticabas el freno.

 

Se alejaron las comarcas, al perder mis cuatro

patas; volví a respetar el lodo, cuando no tuve

tu lomo; y triste anteayer decía,  buscando

una explicación: Será que a mi burro un

día lo mató una pesadilla?