Nada puede compararse con la tarde en que te conocí:
El sol iluminaba las calles en las que por descuido perdimos el tiempo y por instantes el viento nos erizó la piel como haciéndonos entender que estábamos en el lugar correcto
El suelo de cantera guiaba nuestros pasos, éramos tú y yo andando hacía el infinito sin abrir las alas por miedo a caer
Nunca el cielo fue más azul que el mar como cuando tu sonrisa le dio la bienvenida a mi mirada, y tus pupilas con un dulce sabor a timidez rosaron las mías
Recuerdo esa primera vez que tomé tu mano, entonces supe de la suavidad que me perdía a diario, como si vivir sin entrelazarme entre tus dedos había sido un error
Aún pienso en ese primer beso que nos dimos:
El sabor a café en la dulzura de tus labios, en los segundos que se detuvieron para marcar nuestro ritmo, en los besos que habría perdido antes de probar el licor de tu lengua
Fueron mil latidos en un instante antes de besarte y después de eso No existía compás cardiaco que pudiera sostener la magia de tu boca
Nos fuimos perdiendo en la verde alameda
Tus caricias y la vida eran igual de perfectas
Yo deseaba vivir entre unos de tus pestañeos y quedarme allí
Para ser el primero en tus pensamientos
Jazmín de verano…